Reseñas
Lo que presencié el viernes 14 fue el intento por parte de la palabra de alejarse de sí misma y sucedió de la manera más mágica y sorprendente que quepa imaginar: cuando a su encuentro, desde un rincón imprevisible, le salía al paso quien lo había conseguido: la música. Y de ese modo, elevada la palabra sobre su propio ser, surgía un diálogo en el que el tiempo quedaba suspendido, como en un encuentro entre el cielo y el agua, un instante atravesado de emoción continuamente renovándose. Eduardo Lago Martínez
https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Lago
El pasado 14 de abril sucedió un encuentro mágico en la sala Kune de Pozuelo de Alarcón. La poeta Cristina Álvarez Puerto y el Compositor-Pianista Ricardo Pinilla ofrecieron un recital poético-musical de altísimo nivel estético y emocional. Siempre es bienvenida la conjunción de diferentes vertientes artísticas, pero esto solo logra un buen resultado si la conjunción es colaborativa y armónica. Cristina, con su poesía, enciende las almas no solo por el significante de las metáforas, sino también por la vibrante presencia de su voz. El espacio se llena también con la música pianística e impresionista de Ricardo que acompaña en el plano exacto la palabra modulada. Es un recital altamente recomendable para todos los públicos que quieren pasar un momento de siembra. El recital no termina con los últimos aplausos, sino que queda vibrando en el alma de cada uno de nosotros que tuvimos la suerte de estar allí. Jose Luis Merlín, guitarrista y compositor
BIOGRAFÍA – José Luis Merlin, composer and virtuoso guitarist
Lo que vi ayer: “Poesía y piano: Encuentro de la palabra” 14 abril 2023.
Alma de poeta en todos sus quehaceres, Cristina Álvarez Puerto aporta su voz, no solo su obra. Con una simple petición de ella, la respiración de la escucha y de la entrega sellan un pacto inicial y sincronizan el encuentro entre los presentes. El piano, atento, vibra y entra en juego. Todo marcha. Y entonces, ella, nos regala un recorrido por décadas de su existencia que se han ido haciendo palabra. El pianista trenza con la poeta tiempos suyos de entrega. A veces calla, a veces responde, a veces acompaña y se hace casi silencio para escucharla. Ambos conectados. La duración de la experiencia es medida. Uno casi quisiera que se alargara. Pero no. Ellos prefieren que quede flotando el deseo. La medida de las cosas de peso, de las cosas del alma, manda. Y ahí surge el aplauso.
No es la primera vez que veo conjuntarse el talento de Cristina Álvarez Puerto y el de Ricardo Pinilla. Ni será la última. Desde aquí les deseo futuras experiencias en lugares dignos de su valía artística incuestionable. Con agradecimiento.
¡Ah! El acto se aderezó con tres citas bien seleccionadas. Aquí va una de Goethe: “El anciano de la lámpara pronuncia: No ayuda el que está solo, sino el que está con muchos en el momento adecuado”.www.susanachillida.com
Encuentro con gran verdad, autenticidad, no sabía muy bien a lo que asistía, ya que no conocía la obra de Cristina. La puesta en escena con el piano fue maravillosa, y me permitió escuchar los poemas a viva voz, comprender, emocionarme… Una bonita experiencia, recomendable al cien por cien. 2023
Nuria Juan Fuertes Terapeuta Cráneo Sacral
“La poesía de Cristina Álvarez Puerto está llena de hallazgos originales que se crean desde una muy particular y personal visión del mundo: hallazgos que van desde la pincelada naif de un Aduanero hasta la críptica profundidad de una tensión filosófica. El verso de Cristina fluye sin plantilla como una música sin pentagrama donde la estructura literaria no es lo más importante, sino la expresión sensorial y radiográfica de un estado del alma, y aún diría más, de un punto determinado en la evolución de lo humano, del ser humano mujer sintiente viviente pensante que se nutre abismalmente de cualquiera de los gestos que le tiende cualquiera de las esquinas de la vida y lo interpreta lo decodifica, como si fuera una frase del discurso cotidiano del misterio hecho carne, y después, mucho después, hecho palabra poética voz de entendimiento y comunicación experiencia espiritual compartida de una forma directa, no mediatizada por ninguna poética al uso, por ninguna corriente más o menos literaria, por ninguna legislación vigente en materia de versos. La poesía de Cristina Álvarez tiene la audacia de lo no condicionado por argumento alguno que no sea la expresión. En alguno de sus versos ella habla de una mujer que se pare a sí misma. La poesía de esa mujer es una poesía que se pare a sí misma.” 1994. Julio Castelló. Poeta. Profesor de Lengua y Literatura.
DURANTE los últimos años, varios miembros de ese movimiento que algunos críticos denominan «poesía de la sentimentalidad» (apelativo más apropiado que el «de la experiencia»), han reiterado, en su propia defensa, una cita de T.S. Eliot vía Ángel González, que dice: <<El poeta no es hijo de un dios, sino un hijo de vecino>>. Dejando a un lado las consideraciones que tal aserto me provoca, tan sólo quiero dejar constancia de mi absoluto desacuerdo. No niego que muchos de quienes abogan por esa postura sean <<hijos de vecino>> (ciertamente, los hay que escriben como tales), pero, les guste o no les guste, lo crean o no, existen seres que están tocados por la gracia. Y como prueba esgrimo aquí la escritura torrencial de Cristina Álvarez Puerto.
Ignoro qué clase de fuerza genera los textos de esta mujer, pero no me cabe ninguna duda de que la alienta un dios, y de que ese dios se manifiesta también por boca de ella e, incluso, muy a pesar de ella. Cristina Álvarez Puerto escribe, pinta, baila, dialoga…, como una auténtica enérgumena, esto es, como una posesa.
Soy consciente, muy consciente, de la gravedad de estas palabras, que más de uno tildará de comunes o de grandilocuentes. Por esa razón, si me atrevo a emplearlas – y máxime con respecto a una obra, en realidad, aún incipiente – es impulsado por la convicción, o la intuición, más bien, de que no me equivoco. Basta permanecer un rato frente a esta creadora, escuchándola, observándola – y ya no digo, viéndola ser el médium de comunicación de ese excesivo dios -, para sentirnos de golpe despojados de todas nuestras certezas estéticas.
Cristina Álvarez Puerto pertenece, sin ella saberlo – de ahí su pureza -, a la estirpe de Von Bingen, Nietszche, Desnos o Pizarnik: esos espíritus chamánicos que se atreven a viajar «al otro lado», para desentrañarlo y para desentrañarse. Como ellos, ay, corre enormes peligros en esa travesía. Aunque yo no temo por ella, porque sé que va provista de ese firme balancín que ha encontrado en su interior y que, paso a paso, la va dotando de equilibrio.
Cristina Álvarez Puerto crea en aluvión. Su cabeza, sus ojos, su cuerpo, toda ella es un grifo torrencial. Por eso sus textos, en un principio, dan la impresión de ser mera «escritura automática». Pero, al contrario que los superrealistas, no hay en ella voluntad alguna de «liberar» el inconsciente, pues, como he dicho – y puedo dar fe de ello – las palabras, sencillamente, la dominan, la poseen, afloran desde ella, con su dorado magma, para evidenciar, por encima de todo, el proceso que la está llevando al Ser y a ser ella misma. Con semejantes dones, con semejantes dotes, es obvio que le aguarda un porvenir de ventura. Y si bien su trabajo padece aún ciertas dolencias, los últimos textos que conozco (algunos de cuales están incluidos en esta antología) demuestran ya que la autora está encontrando el contrapeso que buscaba: la contención y la objetividad imprescindibles para convertir ese flujo que no cesa de habitarla en un camino a la transcendencia. En Antología Poesía Ultimísima 1997 Juan Abeleira Álvarez, https://gl.wikipedia.org/wiki/Xo%C3%A1n_Abeleira
Sueña Cristina con el sonido de un cuenco tibetano, y esa es la voz de su verdad, la conciencia de su intermediación con lo sagrado, la alianza con la belleza que ha dejado de ser silenciosa para hacerse sonora celebración de la vida. Hay semillas de luz en la mano de quien regresa de las cosechas de la oscuridad, palabras que hunden sus raíces en la zona donde lo mágico cultiva la ciencia de la noche: el amor y los astros, los emocionantes frutos que dan sentido espiritual a las travesías de lo humano por los mares de la necesidad. De ese encantamiento procede el habla generosa de su poesía, la casa de huéspedes que abre más allá de la razón el vigilante de lo desconocido. Una vigilancia estética, es decir, una ética del cuidado, una manera delicada de convertir en poesía, en alas de la utopía, la aspiración moral a la felicidad. Cristina Álvarez Puerto, argonauta de la imaginación, ha regresado al lugar donde todos los caminos vuelven a ser el exacto inicio de lo que salva, la salud del bien que llamamos poesía y de la que ella es, fidelísima, sabia y tan bella portadora. Juan Carlos Mestre https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Mestre
Acudí al último recital de Cristina aquí, en esta misma sala, motivada por su maravillosa poesía, y cuando me vi allí sentada, sentí que tenía que hacer algo con ella, que teníamos que trabajar juntas. Hay una conexión muy clara entre lo que ella escribe y lo que yo siento cuando canto, y es lo que vamos a tratar de transmitiros hoy aquí. Voy a intercalar 4 piezas entre los diferentes capítulos, que curiosamente Cristina ha llamado “cantos”. La primera es de Juan Sebastián Bach, de su obra “Magnificat”, y se llama “Quia Respexit”. La segunda es el “Pie Jesu” del Réquiem de Fauré, la tercera es una canción alemana de Franz Schubert llamada “Du bist die Ruh”, que significa “Tú eres mi paz”, y terminaré con otra canción alemana de Richard Strauss, “Allerseelen” o “Día de difuntos”.
Tratando de resumir el sentido de estos cantos, que surgieron espontáneamente ante la escucha de los textos de Cristina, utilizaré una palabra para cada uno de ellos: el primero habla de la humildad, el segundo es una llamada a la piedad, el tercero es un canto al Amor, y el último es otro canto al amor, pero al Amor con mayúsculas, al amor más allá de la muerte. Es un honor para mí compartir este momento con Cristina. Espero que disfrutéis de la lectura de estos textos inéditos, tanto como lo hice yo cuando los escuché por primera vez. Y más que pretender entenderlos desde la razón, pues son complejos y están plagados de símbolos, yo os aconsejo cerrar los ojos y no pretender entender nada, sino escucharlo como una música, una cantinela, una letanía…
Nené Pérez Muñoz, soprano. Recital en Fundación Tomillo. 2006
De la piel y otros volcanes. Algunas notas a la poesía de Cristina Álvarez Puerto. 2008
Ese encuentro valiente con lo inerte. Las cosas en su mudez se hacen presentes e inertes como un lugar y un reto de la búsqueda poética de Cristina Álvarez. Hay algo de trágico, de abismo, y de tranquilo, de inmensa paz, en todo ello. Una rara por auténtica forma de intimidad de intimidación en expansión a introspección a un tiempo, hacia el cosmos y hacia la diana más oculta de las cosas y las estancias, acaso esa caída ascendente, de la que escribió Hölderlin. Pero sin grandes abismos ni dioses silentes, porque Cristina sabe que esos, los abismos y los dioses, están ahí, en la hiedra, en el kiwi (cf. “De Serpientes y Alas”), o en la crisálida, inquietantemente cerca; como la muerte y el amor, en ese tris donde todo puede acabar o comenzar, como el sonido del aleteo antes de alzar el vuelo, como en las mudas que abandona la serpiente (Cf. “Poesía”). Cristina reta y acaricia todo ese mundo, porque sabe de la fascinación y el peligro de la entrega, esa entrega en donde podrá haber confusión, pero nunca transfiguración, porque nuestro destino es siempre algo asimétrico, inacabado o incipiente. En esa idea de ser un poco… hoja, papel… (Al ocaso), firma Cristina toda una ontología, una ontología dónde cabe la muerte, pero es improcedente andar por ahí temiéndola. Con el alma a flor de piel: Hay una renovadora, siempre refrescante profundización en la materia, en lo sensible, en la superficie, en la sensibilidad a flor de piel; por eso la piel y el volcán son verdaderas columnas y trazados de una gran metáfora que opera en el libro “De la piel y otros volcanes” y también diría que en otros poemarios. La piel, superficial y profunda, que es la que goza y la que sufre, la que presenta y la que oculta, la que promete y subyuga, la que regala y nos roba, justo el límite, el umbral… el alma como piel en erupción, eso sí es un alma viva y valiente, que, como el amanecer en su belleza y estremecimiento, repele toda demostración. Alma que existe a borbotones en la poesía de Cristina.
Las palabras juegan y viven casi de modo autónomo. Especialmente en “La danza del firmamento”. Esas escaleras, esos quiebros, esas palabras que forman otra palabra sin juntarse, dejando que las semánticas diversas hagan todas sus travesuras. Todo eso no es claramente un ornamento ni un alarde de dominio del idioma, mejor que sea él el que nos domine; más bien esos juegos sirven para para abrir mayor desnudez en la mirada poética, una mirada que no tema presentar en disgregación la fuerza de cada palabra en su lugar. Porque Cristina no sólo escribe las palabras y concatena los versos, Cristina nos recuerda que hacer poesía es grabar cada letra en un vacío que se va tornando en lugar y en paraje de la palabra y por la palabra; por eso no es irrelevante, dónde queda cada palabra, queda y viva. Es evidente que hay en toda su poesía una alta dosis de pasión ejercida desde una poesía decididamente abierta a introspectiva a un tiempo, como ese abrirle las puertas al vacío que no es sino el amor. Hay tanta valentía como delicadeza y escucha, de cada cosa y objeto nombrado, de cada palabra o concepto, de cada sentimiento. Es la de Cristina una introspección que no deja de hablar-nos, hay un interesante despliegue del interlocutor, una aparición explícita del tú en podemos posteriores; pero desde el principio hubo un gran diálogo coral, y la pregunta es quién hable en sus poemas, ¿es confesión o es escucha? ¿No son las cosas las que hablan, bailan?
En muchos poemas se consigue esa magia del final de la lectura, dónde se entiende que ese silencio posterior en donde quedamos no es un final, un reposo, sino, el principio; donde se entiende que las palabras era un sortilegio, una suerte de obertura a un ámbito poético, zas, decimos, y ahí estamos, flotando y a la vez más encarnados a lo real, mucho más que antes, como una inyección poética que revitaliza una vez más nuestra abrazo al mundo, con todos sus cuerpos, sus vacíos, sus rayos y sus sombras, con tanta presencia por amar y temer. En poemas tan distintos como “Rescate” o “Una fotografía” ¿acaba, o empieza?, el poema con ese silencio mágico…zas.
Ricardo Pinilla Burgos. Doctor en Estética U.P.C. Pianista.
Ancla de mí de Cristina Álvarez Puerto en 2011
La voz como origen y camino: un sendero que se yergue, desde el rastro (de qué espacio) en la modulación del gesto. El poema concebido como una “espiral de tiempo”, un tiempo que es espacio girando sobre el eje de las metamorfosis. Gira sobre un ancla. Poema de amor, lo es de la transfiguración del cuerpo (de los cuerpos) en alma, del alma encarnando en mundo: afirmación del Ser, y de ser. No es la trascendencia sino lo inmanencia lo que habita el poema: un cuerpo de palabras rítmico. Si lo invisible tiene realidad, en un cuerpo oficia su ceremonia, un regreso al origen que es generación desde el origen. El protagonista de Ancla de mí es el mismo poema, susceptible de encarnar en el lector, en el oyente: un poema que se quiere cifrar de la anulación de lo de adentro y lo de afuera, de la piel y el cosmos. Por el ritmo el poema va más allá de sí mismo: se abre una puerta, morada donde el conocimiento funda la poesía que a su vez funda a la persona. El ancla, eje del cuerpo constelado, es a su vez la espiral en la que vemos aparecer la aparición.
Juan Malpartida Ortega https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Malpartida
Anatomía Celeste, octubre 2024 en Territorios de la cultura, periódico El Correo
Si hubiera que describir con una expresión la producción poética de la escritora madrileña Cristina Álvarez Puerto y de su nuevo poemario Anatomía Celeste, esa sería la de ´lírica del cuerpo´ pues en realidad toda su trayectoria está marcada por una atención especial a los sentidos y a los signos vitales como reveladores de la propia interioridad; a un modo delicado y sutil pero recurrente de comparencia física, táctil, tangible que la situación fuera de todo platonismo y que asume esa materialidad terrena con su inherente y humana huella de imperfección aunque por ello no renuncie al vuelo, el cielo, a la elevación anímica u onírica: «Me llamabas soñadora/ pero en mis manos/ descansabas tu sueño». La poesía de esta autora está poblada de apelaciones a las manos, a la sangre, a los huesos, a los músculos, a los órganos, al aire que da vida… Y, así, esa poética se explicita en el poema titulado ´Oración del sentido´ «Yemas de los dedos/niñas en los ojos/ fraguas del oído/susurran con-tacto/ el lado oculto de las cosas…».
´Anatomía Celeste es un magnífico poemario que reúne 69 composiciones, la mayoría breves y escritas en verso libre. A esa lírica de la celebración física de la vida que rige en todas ellas, se refería Clara Janés en el prólogo que escribió para ´De la piel y otros volcanes´ un poemario de Cristina Álvarez Puerto publicado hace veinte años, pero escrito en la adolescencia, al definir la voz personal de esta poeta: » Un vehículo de diversos cambios de piel, hasta que ha emergido un cuerpo ligero, seguro de su lugar en el Cosmos».
Iñaki Ezquerra https://es.wikipedia.org/wiki/I%C3%B1aki_Ezkerra