Las imágenes parteras, que en este poemario reaparecen en una secuencia oscilante, se asemejan al nido en el que un pájaro se posó alguna vez para volverse inmortal. El vuelo de la voz sin jaula de Cristina no dibuja la huida, sino una detención atenta para contemplar mejor, y por primera y última vez, aquello que instantes previos la mantenía aún adherida al suelo. Los poemas tienen raíces aéreas para transitar el bosque sin dejar rastro. Saben, por experiencia, que el misterio de la música interior no necesita de partituras, sino que se conserva intacto en los pasillos memoriosos del corazón. Olga Amarís Duarte.
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