Veo a través de la ventana, en este marzo lluvioso y frío, las ramas peladas de los chopos. Parecieran de plata cuando la tenue luz del día roza su materia, humedecida por la lluvia. Recuerdo el verde de la estación del estío, el dorado de sus hojas en pleno otoño, el ocre antes de los zarandeos del viento y su caída. Caen en rachas de viento, por suave brisa, azotadas por las lluvias de noviembre y se suavemente balanceadas en la inercia de la gravedad llegan a un límite, a la tierra en el mejor de los casos (otras perecen en el cemento de las aceras, sin alcorques). Enterrándose poco a poco, se descomponen y alimentan el humus, creando nuevas sustancias que alimentan de nuevo a las raíces, creando humus, savia y futuro proceso de brotes, floración y frutos, mientras en el invierno pareciera estar el árbol dormido. ¿Por qué nos cuesta a los seres humanos tanto comprender que parecido en su esencia, este movimiento – metamorfosis sucede con el cuerpo humano? ¿Si pudiéramos vivir como individuos primero, y sociedad, no tan de espaldas a la muerte, qué cambiaría? Es la mirada del artista la que percibe, comprende, teje desde los umbrales del cambio. La mirada de quien no dedicándose al arte, convive con su esencia y capacidad de crear, vivir, percibir este proceso esencial del alma humana. ¿No deberíamos pensar la ciencia con el espíritu del arte? Con esa mirada despierta en los tránsitos, crisis, pérdidas se podría disfrutar, regenerar fuerzas, crecer, percibiendo que el envejecimiento, incluso el desprendimiento del cuerpo, materia física, no es un fin, sino como la naturaleza muestra una y otra vez, una metamorfosis y nuevo nacimiento de algo nuevo. Volviendo a la metáfora del árbol, cuidar de que cada árbol tuviese no solo un alcorque a su medida, sino tierra sana y suficiente donde perpetuar el ciclo la forma más saludable (natural) posible, sería como cuidar de que cada uno de nosotros al marcharnos del cuerpo físico pudiéramos hacerlo de forma digna, lo más consciente y natural posible y sin duda seguirá la sustancia alimentando a la tierra misma y quienes quedan aún encarnados ¿No lo hace aún el espíritu de tan grandes seres humanos a través de las obras que han dejado a la humanidad? Acaba de terminar el concierto nº 2 de piano de Rachmaninof que sonaba mientras escribo esto. Pensadores, músicos, poetas, ingenieros, físicos, filósofos, maestros… muertos y aún más vivos, permanecen entre nosotros, conocidos o anónimos. El 26 de abril conversaremos con sobre formas saludables recomendables de acompañar en los últimos momentos de esta vida.